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by Fernando Kopelman, WUJS Participant
Primer semana en Tel Aviv. Después de la pequeña aventura que implica siempre viajar, me instalé en el nuevo departamento, junto a dos roomates. Estamos ubicados en el corazón del barrio joven -y ridículamente hipster- de Florentin, entre bares, restaurantes orgánicos veganos, fábricas de muebles con techos de chapa y graffitis en las paredes. En un tercer piso un amplio balcón se despliega de un espacioso y luminoso living, conectado a una agradable cocina abierta, con un baño de buen tamaño y dos habitaciones pequeñas. Este será mi hogar por los próximos cinco meses, como participante del programa de WUJS.
Al día siguiente de la mudanza conocí a resto de los participantes y al staff del programa, en una primera reunión de orientación. Somos un grupo menor al anterior –alrededor de 22 participantes- pero bastante diverso. La mitad de diferentes ciudades de Estados Unidos, la otra mitad de lugares como Rusia, Inglaterra, Francia, Latvia, Kazakhstan, Australia y Argentina –quien suscribe-, todos con profesiones que fluctúan de abogados a escritores y de programadores a maquilladores. Promete ser un grupo interesante y agradable.
Los días siguientes han sido tranquilos. Orientación por parte de los coordinadores, información importante, algunas caminatas para conocer lugares útiles. Comer falafel, cenar hummus, comer más falafel. Empezar a conocernos con los otros miembros. Relajarnos, adaptarnos y disfrutar el viento fresco y el Sol del poco convincente invierno Israelí.
Ahora, siendo casi las ocho de la noche de un viernes, la ciudad ya lleva más de una hora apagada. Adelantándose al Shabbat -sábado-, en el cual según la tradición judía no se trabaja, no se enciende fuego ni se usa energía eléctrica, entre otras cosas, los negocios bajan sus persianas y las calles se van silenciando. La ciudad, joven y moderna, no se acata a todas las reglas, sin embargo. Las ventanas brillan, algunos autos se dejan oír de vez en cuando y una fiesta con karaoke dentro de algún hogar demuestra que no estamos en Jerusalem. Pero el trabajo cesa y la gente aprovecha para reunirse y comer. Ese es nuestro plan de esta noche, reunirnos todos los integrantes del programa a tener una cena de Shabbat. Es extraño practicar costumbres judías con un grupo de gente que, en su mayoría, no las practica por separado. Pero nunca he dicho que no a la oportunidad de reunirme con gente, comer y pasar un buen rato.
Mañana, como todos los sábados, lo tendremos libre. El domingo partimos a un viaje de dos días al sur, para luego empezar con las clases intensivas de hebreo la semana que viene. El jueves debería de tener mi primer excursión al estudio de animación donde se supone que estaré como pasante.
De a poco nos iremos asentando y entrando en nuestras respectivas rutinas, intentando equilibrar esta sensación de ser turista y ciudadano a la vez. Y no podría estar emocionado.
Shabbat Shalom (que es como desear un buen sábado; aunque el sábado israelí es como un domingo y el domingo como un lunes).